martes, 24 de febrero de 2009

7:13 p. m.
Robert Allen Stanfor -en la foto- que ha resultado ser el mayor estafador despues de Bernard Madoff, con quien el hijo y el hermano del vicepresidente Joe Biden tienen vínculos financieros.

Por ANNA GRAU
Tomado de ABC.es
NEW YORK.- -Martes, 24-02-09- ¿Es que nadie va a ayudar a Barack Obama a lavar la cara y la economía de su país? Después de que Bill Richardson y Tom Daschle se quedaran con las ganas de tomar posesión por presuntas “mordidas” el uno y por no pagar impuestos el otro, de saber que el secretario del Tesoro tampoco los pagó y que la fundación del marido de la secretaria de Estado ha recibido dinero hasta del Diablo, por no hablar de la fortuna de Rahm Emanuel, ahora la sombra de la duda se cierne sobre el vicepresidente Joe Biden.


Su hijo y su hermano tienen vínculos financieros con Robert Allen Stanford, el que ha resultado ser el mayor estafador después de Bernard Madoff.
Biden tiene un aire de buenazo de Hitchcok, a lo James Stewart. Presume siempre de ser el miembro más pobre del Senado.


Durante años tomó cada día el tren para ir a trabajar a Washington y volver a dormir a Delaware, donde está la “bonita casa” que durante la campaña electoral presentó como su único patrimonio. A ojo y antes de la crisis estaba valorada en unos 3 millones de dólares.
“Tantos años metido en política, y sigues sin hacerte rico”, embromó Obama a Biden al empezar a hablar.


El mismo Obama se las ha arreglado para ganar mucho más con sus libros, verdaderos best-sellers incluso antes de llegar el autor a presidente. Así pagaron los Obama su mansión de Chicago, lo que estudiaron ellos y lo que estudiarán sus hijas y pusieron las bases de la carrera política de papá.
Pero Obama no estaba llamando a Biden inepto sino honrado, algo que por su rareza se cotiza mucho en Washington.


Porque allá incluso el que es más o menos decente tiene una esposa o un primo o una cuñada lobbysta. Es lo que pasa cuando se está en el ajo oligárquico del mundo, que te pringan aún sin tú quererlo.
The Wall Street Journal daba ayer los detalles del fondo de inversión de alto riesgo Paradigm Stanford Capital Management Core Alternative Fund, propiedad de Hunter y de James Biden, respectivamente hijo y hermano del vicepresidente, pero operado exclusivamente a través de empresas del grupo Stanford, que además había invertido 2,7 millones de dólares en el fondo mismo.
The Wall Street Journal publicó los detalles del fondo de inversión de alto riesgo, propiedad de Hunter y de James Biden.
Esos 2,7 millones han sido ya depositados por los Biden en una cuenta especial a disposición de la justicia, que aún no tiene claro si la congelación de los activos de Stanford afecta a este dinero. Mientras el juez se lo piensa, los parientes del vicepresidente hacen alarde de virtud y aseguran que a pesar de haber puesto todo su negocio en manos de Stanford, jamás mantuvieron ningún contacto personal con él. Ni se tomaron un café, ni hablaron por teléfono, ni se mandaron una carta o un e-mail.


Cero confianzas.
Es posible que todo esto sea verdad y que el bochorno no pase de ahí. De todos modos el incidente saca a relucir la cara oculta de la política y la esencial imposibilidad de que las élites puedan vivir todo el rato y de verdad como las clases medias y bajas que les votan.


Aunque los Biden escapen sin un rasguño legal de sus lazos con Stanford, este incidente ha hecho visible cómo se gana los garbanzos la familia del vicepresidente.


Y lo peor es que se dice que compraron este fondo de alto riesgo –por cierto, un exsocio se queja de que aún le deben dinero- para que el retoño Hunter dejara atrás su anterior profesión, que era la de lobbysta.
Y es que de algo hay que vivir.

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