martes, 23 de septiembre de 2008

11:12 p. m.
NUEVA YORK. George W. Bush quiso leer ayer al mundo su testamento antiterrorista. En su último discurso como presidente de los Estados Unidos ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, reivindicó los avances en Irak y Afganistán, advirtió de que todavía hay países que promueven el terrorismo, como Irán y Siria, pidió combatir «vigorosamente» las tiranías para prevenir atentados -no basta con lamentar éstos, advirtió- y afirmó que cada joven democracia del planeta está mirando a ver qué pasa con Georgia.
Pero el mundo no estaba por la labor de oír hablar de esto sino de la crisis financiera. Tal estado de cosas obligó a Bush a desviarse del camino trazado para tratar de sembrar en la ONU mensajes de tranquilidad y de confianza: el plan de choque contra la crisis que propugna su Gobierno llegará a tiempo de salvar los mercados y al mundo. Un discurso nada cómodo cuando uno tiene que hablar ante oyentes a los que hace nada daba lecciones de economía, como el brasileño Lula o la argentina Cristina Kirchner.
El presidente estadounidense hizo lo posible por atenerse a su tema. En esencia, reivindicó su propia beligerancia frente al terrorismo. Más que errores, admitió «dificultades» en Irak, y se cuidó mucho de mimar la unidad de las potencias occidentales y el nuevo orden multilateral. Buscó puntos de unión más que de divergencia y trató de dibujar un frente común democrático ante las huestes internacionales del terror.
No se entretuvo en asuntos espinosos como Guantánamo. En realidad, despachó el tema afirmando que «llevar terroristas a juicio no crea más terrorismo, sino que es la mejor manera de proteger a nuestro pueblo». Reclamó que se le reconozca que «cualesquiera que sean nuestras divergencias» sobre la guerra de Irak, tanto este país como Afganistán «han dejado de ser Estados que promueven activamente el terror para ser democracias que lo persiguen». Resaltó también los progresos en Arabia Saudí y en Pakistán, y la renuncia expresa de Libia a la violencia antioccidental. Pidió no bajar la guardia frente a una amenaza «que no ha remitido» cuando él ya no esté.
Repaso a la organización
Sin mencionar a Rusia hizo una dramática defensa de Georgia. Incluso se permitió darle algún que otro repaso a la misma ONU. Bush admitió que el siglo XXI necesita unas Naciones Unidas «efectivas y con confianza», con lo cual animó a esta organización a combatir la «ineficiencia y la corrupción». Le echó en cara su inoperancia en Birmania y Darfur.
Con él se fue una época que los «aliados» occidentales despidieron tibia y hasta distraídamente. Mucho más caso se esperaba que le hicieran sus enemigos. El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, no pudo ni siquiera esperar al inicio de su discurso, programado para la tarde, para afirmar que el verdadero peligro para la estabilidad mundial son los Estados Unidos, tanto militar como económicamente. «Es el Ejército americano el que rodea nuestras fronteras, no el Ejército iraní las suyas», sentenció. Ahmadineyad también pronosticó que la economía mundial no podrá soportar mucho más tiempo las presiones deficitarias y financieras que le llegan desde Norteamérica.

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