lunes, 8 de diciembre de 2008

9:26 p. m.
Escrito por: ALVARO ARVELO HIJO
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un estadista de la categoría intelectual, científica y humana de un Thomas Jefferson que a un expansionista cruel, un imperialista sin fronteras y un indolente social como James Monroe? Imposible.
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un sabio de la categoría de John Adams que a un abogado truchimanero como James Madison? De ninguna manera.
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un filósofo, libertador de los esclavos y amigo del género humano en todas sus expresiones como Abraham Lincoln que a un borracho, corrupto, traficante e insensible social como Ulises Simpson Grant? Jamás.
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un escritor, periodista, ensayista, jurista y pensador laico como Benjamín Harrison que tener a un ranchero represivo, cazador de infelices animales, invasor de naciones, machista y turbulento Teddy Roosevelt? No.
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un estudiante, jurista, catedrático, intelectual de la clase de Franklin Delano Roosevelt que a un mediocre, inestable y dubitativo como Herbet Hoover? Jamás de los jamases.
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un héroe de la Segunda Guerra Mundial, ex jefe impecable de West Point, historiador militar, comandante supremo precisamente de esa guerra y uno de los responsables de liberar al mundo de la tiranía nazi-fascista como el generalísimo Dwight Einsenhower que a un mentiroso, mitómano, simulador, hacedor de tiranos y oportunista de la peor laya como Richard Nixon? Nunca jamás.
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un líder del carisma inmenso de John F. Kennedy, por demás escritor, erudito y estadista preocupado por las minorías en su país y en el mundo que a un insignificante, retrógrado, anacrónico, jurásico, traidor a su presidente y mentiroso como Lyndon Johnson? Ni lo piense.
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un defensor de los derechos humanos, a un activista social, a un internacionalista de buena fe, a un físico nuclear como Jimmy Carter que a un actor mediocre, delator del FBI, anticomunista por ventajas no convicción y ladino de pensamiento como Ronald Reagan. Eso ni se discute.
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un extraordinario ser humano, a un maravilloso ciudadano del mundo, a un erudito, a un jurista, a un hombre de Estado de la categoría de Bill Clinton que a un insignificante como Gerald Ford, por demás miembro de la Comisión de la Mentira, alias Comisión Warren? No hay la más remota comparación.
Por no preguntar si es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos al Padre de la Patria general George Washington que al banquero fracasado e intrigante Calvin Coolidge. La comparación ofende.
Bueno, el caso es que a partir del 20 de enero próximo la pregunta será la siguiente:
¿Es lo mismo tener en la presidencia de los Estados Unidos a un jurista, joven estadista, carismático excepcional, erudito, hombre de ideas nuevas, gobernante histórico por aquello del color, propulsor de un cambio auténtico dentro del Sistema llamado Barack Obama que al George Bush de las “armas de destrucción masiva”, del fracaso de las guerras en Irak y Afganistán, de la cárcel de Guantánamo, de las metidas de pata ya históricas? Del cielo de la tierra. No; ¡de la Tierra a Plutón!
Tomado de El Nacional.

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