Sin ningún tropiezo al igual que todas aquellas
personas de la segunda y tercera edad, y en menos proporción los jóvenes en ese
momento, llegué al lugar donde me correspondía ejercer el derecho al sufragio.
Todos tenían en común cumplir con esa obligación lo antes posible.
Cada quien hizo su fila “india” conforme al lugar que le
correspondía en aquel edificio del Colegio Don Bosco destinado a la enseñanza
primaria hasta el bachillerato, de donde han salido excelentes estudiantes que
concluyeron como meritorios profesionales de universidades dominicanas, parte
de los cuales estaban en “su colegio” sufragando.
No pasó demasiado tiempo cuando se permitió la entrada de
grupo en grupo para evitar aglomeraciones. Así fui a parar a la mesa
marcada con el número que indicaba la Cédula de Identidad y Electoral para
todos aquéllos a quienes correspondía ese lugar.
En un santiamén hice mi elección y eché cada boleta en las
urnas correspondientes (A, B y C). Me dieron mi cédula y… Adiós.
Al razonar sobre el quehacer de sufragar en ese colegio
electoral citado, en el Distrito Nacional, y en otros tantos
escenarios donde se compareció para cumplir con ese derecho cívico, se
puede afirman que hubo buen resultado en sentido general a pesar de una que
otra nimiedad.
Nadie hablaba de que iba a votar por fulano o mengano.
Nada de eso. Y que bueno este comedimiento de los votantes, respetuosos y
sabedores cada cual de la persona o personas por las que iban a sufragar.
Los menos hicieron una que otra alharaca en otros entornos
donde la votación marchaba a buen ritmo, aletazos que son propios de quienes
están desesperados porque no confían en lo que tienen.
El derecho al voto, como lo sabe todo dominicano, está
consagrado en la Constitución proclamada el 26 de Enero del 2010 en el Título X
del Sistema Electoral, Capítulo I de las Asambleas Electorales que en su
Artículo 208 expresa: Es “es un derecho y un deber de ciudadanas y ciudadanos
el ejercicio del sufragio para elegir a las autoridades de gobierno y para
participar en referendos. El voto es personal, libre, directo y secreto. Nadie
puede ser obligado o coaccionado, bajo ningún pretexto, en el ejercicio de su
derecho al sufragio ni a revelar su voto”.
En otro orden, es bueno resaltar que los procesos de
votación dan lugar a una situación muy particular que en nada tiene que ver con
el evento comicial. Resulta que son aprovechados por venduteros que se
colocan en los alrededores de los establecimientos y hacen su “agosto” en
mayo con la venta de alimentos rápidos para quienes gustan saborear temprano un
café, un té o un emparedado.
En fin, sin alterar el orden, estos venduteros ambulantes
ofrecen un servicio rápido que lleva satisfacción a quienes hacen honor
al dicho que reza barriga harta, corazón contento.
Al margen de esos detalles precitados, y de una u otra
desavenencia que nada tiene que ver con el proceso electoral como tal, lo
importante es el buen resultado de estos comicios desarrollados en paz en gran
parte del territorio nacional. Es un proceso para cumplir un deber y retornar
tranquilos a los hogares a esperar los resultados, teniendo presente que en
toda pugna de esta naturaleza siempre hay vencedores y vencidos.
Autor: Cándida Figuereo, periodista y residente de Santo Domingo.
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