lunes, 22 de febrero de 2016

12:46 p. m.


DISTRITO NACIONAL. República Dominicana.- Silvio Herasme Peña, periodista y fundador de La Noticia, falleció esta madrugada de un infarto y sus restos serán velados en la Funeraria Blandino de la avenida Abraham Lincoln.
Desde que circuló la noticia de su fallecimiento, distintas personalidades y familiares comenzaron a expresar su pesar a través de las redes sociales.
“Falleció esta madrugada Silvio Herasme Peña, gran periodista... Silvio Herasme Peña luchó por una mejor sociedad para todos los dominicanos. Paz”, escribió el periodista Huchi Lora en su cuenta de Twitter.
Otros comunicadores que destacan  los lazos que los unían a Don Silvio Herasme Peña,  quien el pasado año recibió el  Caonabo de Oro,  fueron Pablo McKinney  y Ramón García Tavera.
“Murió don Silvio Herasme Peña. Periodista y luchador por la libertad. Paz a su alma y consuelo a la familia. Fue el primer director del desaparecido vespertino La Noticia” expresó McKinney.
Mientras que Ramón García Tavera dijo que “Con Silvio Herasme Peña compartí por muchos años el programa Punto a Punto hoy se va, que gran dolor nos deja, paz a su alma”.
El senador y secretario general del Partido de la Liberación Dominicana, Reinaldo Pared Pérez, definió a Herasme Peña como un defensor de las libertades. “Nuestro Pesar por la lamentable muerte del destacado periodista #SilvioHerasmePeña, quien fue un ardiente defensor de las libertades en RD.
Mientras que el geólogo Osiris de León expresó que “La prensa dominicana hoy está de luto por el fallecimiento esta madrugada del reconocido y galardonado periodista Silvio Herasme Peña”.
Don Silvio Herasme Peña era columnista de Listín Diario y egresado de la Escuela de Periodismo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.  Nació en Neyba y era hermano del también periodista Emilio Herasme Peña,  exdirector del Listín Diario, quien falleció en el 2013.
¡Mire con atención, si puede!

Silvio Herasme Peña
Inmersos como estamos en un intenso proceso electoral, muchos tópicos no se ven con la atención debida, e incluso nos olvidamos de tales temas, pero en cualquier caso siempre es oportuno, y hasta aconsejable, volver la vista hacia temas que en momentos pasados nos llamaron la atención.
Una sociedad que olvida es una sociedad que se arriesga a sufrir el embate de repetir errores dolorosos impropios de los tiempos que ahora vivimos.
Supongo que pese a las pasiones que jalonan el espíritu nacional nadie quisiera ver que se repitan crímenes que causaron estupor en la sociedad. Y eliminar la perspectiva del crimen político ha sido un esfuerzo muy sincero y serio de nuestro país. Nadie aceptó que se le hiciera un atento criminal al entonces polémico senador de Pedernales, Pablo Rafael Casimiro Castro, lamentablemente ya fallecido.
Así como nadie pudo creer que el crimen político fuera una solución decente en la vida nacional. Goyito García Castro, pese a lo polémico que pudo ser, sufrió un asesinato artero en plena calle Merecedes, y nunca se estableció quién decidió quitarle la vida.
El caso más doloroso, el de Orlando Martínez, aún revuelve la conciencia nacional porque, pese al tiempo transcurrido y las personas condenadas, nunca se estableció el origen, el responsable de la orden asesina.
Lo mismo con el doctor Guido Gil Díaz, de quien se dijo que fue asesinado en la cárcel policial de La Romana y su cuerpo lanzado al mar, pero nunca se produjo una acusación formal contra el oficial policial de la época que lo habría ahorcado en la cárcel de La Romana.
El asesinato colectivo de Manolo Tavárez Justo y sus compañeros en las lomas de San José de las Matas nunca se aclaró. Y poco se hizo cuando su hija Minou Tavárez Mirabal, ya siendo una legisladora, denunció a un alto oficial del Ejército como el responsable de su muerte. Y mucho menos se ha aclarado el asesinato de las hermanas Mirabal, ocurrido un año antes de la liquidación de la tiranía, hace 50 años.
Es un verdadero largo rosario de impunidad que subyace sobre los peores crímenes ejecutados en el país, todos investidos de carácter político. Parece que nos hemos conformado con disfrutar el hecho de que ya no ocurran esos crímenes y distraer la atención de la responsabilidad de quienes dispusieron de la vida de nuestros parientes.
Si no miramos con atención esta retahíla perversa de nuestra historia represiva de los últimos sesenta años, nunca tendrá este país un concepto claro, transparente, de los objetivos políticos de nuestra existencia.
Tendremos que conformarnos con saber que Pedro Santana mandó a matar a Antonio Duvergé y a los hermanos Puello y a María Trinidad Sánchez, pero quedaremos cortos en hacer conciencia de los horrores del crimen político y el dolor no sólo durante la tiranía trujillista, sino en tiempos mucho más recientes.
¿Pensaríamos que ya no es necesario saber, por ejemplo, qué le ocurrió a Narciso González (Narcisazo) en los últimos diez años de gobierno del doctor Joaquín Balaguer?...O, peor aún, no debemos saber nunca quién ordenó el atentado en la residencia donde se alojaba el profesor Juan Bosch en el 1970 y que le costó la vida a un distinguido ciudadano?.
Mire con atención, si puede, y piense si no es razonable que tengamos clara idea de qué pasó con la fortuna de Trujillo y los suyos, pero más que nada, quién mató y por qué se eliminó a nuestros semejantes a lo largo de tantos años.
Así sentaremos las bases necesarias para crear una verdadera conciencia histórica y afirmar con clara convicción de que aquellos nefastos tiempos…¡No volverán!.
El barbero de Bosch
El correr de los días le ofrece a uno la oportunidad de acceder a experiencias de personas que han vivido muchos años toda la vida, en este país.
Una de esas personas, que ha tenido la suerte de permanecer saludable durante los 88 años que ha disfrutado la vida, te ofrece, a veces, anécdotas sobre la personalidad con las que tuvo estrecha relación personal.
Es el caso de Agripin Rodríguez Núñez, a quien conocemos hace décadas, como el barbero que fue del profesor Juan Bosch cuando ejercía las funciones de presidente de la República.
Núñez evoca esos tiempos con orgullo y entusiasmo porque conoció, casi en momentos muy íntimos, al presidente de la República de 1963.
A Bosch lo refleja Agripiliano de viva Bosch, como un hombre sano, afectivo y considerado con todo el mundo. El recuerda a la doctora Milagros Ortiz Bosch de cuando era la asistente del jefe del Estado que, además, era su tío.
En cierto modo hablar con este hombre sencillo con largas vivencias en su oficio de barbero, resulta gratificante.
Uno también se acerca a Bosch cuando escucha relatos de su sencillez y su bohonomía.
Agripin con 88 años atesora sus experiencias de 1963 con el mismo fervor de aquellos tiempos, y resulta una lección humana y gratificante.

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