DISTRITO NACIONAL. República Dominicana.- Silvio
Herasme Peña, periodista y fundador de La Noticia, falleció esta madrugada de
un infarto y sus restos serán velados en la Funeraria Blandino de la avenida Abraham
Lincoln.
Desde
que circuló la noticia de su fallecimiento, distintas personalidades y
familiares comenzaron a expresar su pesar a través de las redes sociales.
“Falleció
esta madrugada Silvio Herasme Peña, gran periodista... Silvio Herasme Peña
luchó por una mejor sociedad para todos los dominicanos. Paz”, escribió el
periodista Huchi Lora en su cuenta de Twitter.
Otros
comunicadores que destacan los lazos que los unían a Don Silvio Herasme
Peña, quien el pasado año recibió el Caonabo de Oro, fueron
Pablo McKinney y Ramón García Tavera.
“Murió
don Silvio Herasme Peña. Periodista y luchador por la libertad. Paz a su alma y
consuelo a la familia. Fue el primer director del desaparecido vespertino La
Noticia” expresó McKinney.
Mientras
que Ramón García Tavera dijo que “Con Silvio Herasme Peña compartí por muchos
años el programa Punto a Punto hoy se va, que gran dolor nos deja, paz a su
alma”.
El
senador y secretario general del Partido de la Liberación Dominicana, Reinaldo
Pared Pérez, definió a Herasme Peña como un defensor de las libertades.
“Nuestro Pesar por la lamentable muerte del destacado periodista
#SilvioHerasmePeña, quien fue un ardiente defensor de las libertades en RD.
Mientras
que el geólogo Osiris de León expresó que “La prensa dominicana hoy está de
luto por el fallecimiento esta madrugada del reconocido y galardonado
periodista Silvio Herasme Peña”.
Don
Silvio Herasme Peña era columnista de Listín Diario y egresado de la Escuela de
Periodismo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Nació en Neyba y
era hermano del también periodista Emilio Herasme Peña, exdirector del
Listín Diario, quien falleció en el 2013.
¡Mire con atención, si puede!
Silvio Herasme Peña
Inmersos
como estamos en un intenso proceso electoral, muchos tópicos no se ven con la
atención debida, e incluso nos olvidamos de tales temas, pero en cualquier caso
siempre es oportuno, y hasta aconsejable, volver la vista hacia temas que en
momentos pasados nos llamaron la atención.
Una
sociedad que olvida es una sociedad que se arriesga a sufrir el embate de
repetir errores dolorosos impropios de los tiempos que ahora vivimos.
Supongo
que pese a las pasiones que jalonan el espíritu nacional nadie quisiera ver que
se repitan crímenes que causaron estupor en la sociedad. Y eliminar la
perspectiva del crimen político ha sido un esfuerzo muy sincero y serio de
nuestro país. Nadie aceptó que se le hiciera un atento criminal al entonces polémico
senador de Pedernales, Pablo Rafael Casimiro Castro, lamentablemente ya
fallecido.
Así
como nadie pudo creer que el crimen político fuera una solución decente en la
vida nacional. Goyito García Castro, pese a lo polémico que pudo ser, sufrió un
asesinato artero en plena calle Merecedes, y nunca se estableció quién decidió
quitarle la vida.
El
caso más doloroso, el de Orlando Martínez, aún revuelve la conciencia nacional
porque, pese al tiempo transcurrido y las personas condenadas, nunca se
estableció el origen, el responsable de la orden asesina.
Lo
mismo con el doctor Guido Gil Díaz, de quien se dijo que fue asesinado en la
cárcel policial de La Romana y su cuerpo lanzado al mar, pero nunca se produjo
una acusación formal contra el oficial policial de la época que lo habría
ahorcado en la cárcel de La Romana.
El
asesinato colectivo de Manolo Tavárez Justo y sus compañeros en las lomas de
San José de las Matas nunca se aclaró. Y poco se hizo cuando su hija Minou
Tavárez Mirabal, ya siendo una legisladora, denunció a un alto oficial del
Ejército como el responsable de su muerte. Y mucho menos se ha aclarado el
asesinato de las hermanas Mirabal, ocurrido un año antes de la liquidación de
la tiranía, hace 50 años.
Es
un verdadero largo rosario de impunidad que subyace sobre los peores crímenes
ejecutados en el país, todos investidos de carácter político. Parece que nos
hemos conformado con disfrutar el hecho de que ya no ocurran esos crímenes y
distraer la atención de la responsabilidad de quienes dispusieron de la vida de
nuestros parientes.
Si
no miramos con atención esta retahíla perversa de nuestra historia represiva de
los últimos sesenta años, nunca tendrá este país un concepto claro,
transparente, de los objetivos políticos de nuestra existencia.
Tendremos
que conformarnos con saber que Pedro Santana mandó a matar a Antonio Duvergé y
a los hermanos Puello y a María Trinidad Sánchez, pero quedaremos cortos en
hacer conciencia de los horrores del crimen político y el dolor no sólo durante
la tiranía trujillista, sino en tiempos mucho más recientes.
¿Pensaríamos
que ya no es necesario saber, por ejemplo, qué le ocurrió a Narciso González
(Narcisazo) en los últimos diez años de gobierno del doctor Joaquín
Balaguer?...O, peor aún, no debemos saber nunca quién ordenó el atentado en la
residencia donde se alojaba el profesor Juan Bosch en el 1970 y que le costó la
vida a un distinguido ciudadano?.
Mire
con atención, si puede, y piense si no es razonable que tengamos clara idea de
qué pasó con la fortuna de Trujillo y los suyos, pero más que nada, quién mató
y por qué se eliminó a nuestros semejantes a lo largo de tantos años.
Así
sentaremos las bases necesarias para crear una verdadera conciencia histórica y
afirmar con clara convicción de que aquellos nefastos tiempos…¡No volverán!.
El
barbero de Bosch
El
correr de los días le ofrece a uno la oportunidad de acceder a experiencias de
personas que han vivido muchos años toda la vida, en este país.
Una
de esas personas, que ha tenido la suerte de permanecer saludable durante los
88 años que ha disfrutado la vida, te ofrece, a veces, anécdotas sobre la
personalidad con las que tuvo estrecha relación personal.
Es
el caso de Agripin Rodríguez Núñez, a quien conocemos hace décadas, como el
barbero que fue del profesor Juan Bosch cuando ejercía las funciones de
presidente de la República.
Núñez
evoca esos tiempos con orgullo y entusiasmo porque conoció, casi en momentos
muy íntimos, al presidente de la República de 1963.
A
Bosch lo refleja Agripiliano de viva Bosch, como un hombre sano, afectivo y
considerado con todo el mundo. El recuerda a la doctora Milagros Ortiz Bosch de
cuando era la asistente del jefe del Estado que, además, era su tío.
En
cierto modo hablar con este hombre sencillo con largas vivencias en su oficio
de barbero, resulta gratificante.
Uno
también se acerca a Bosch cuando escucha relatos de su sencillez y su
bohonomía.
Agripin
con 88 años atesora sus experiencias de 1963 con el mismo fervor de aquellos tiempos,
y resulta una lección humana y gratificante.
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