jueves, 11 de diciembre de 2008

11:12 p. m.
Por José Pimentel Muñoz

Tomado de Almomento.net.


Cuando se sale de San Cristóbal hacia Baní por la nueva autopista denominada 6 de Noviembre, muy pronto (antes de los cinco minutos) se llega a la vía de entrada al hoy municipio de Cambita Garabitos. Tomar esta vía significa entrar, en un primer tramo, a lo que, dentro del municipio, se llama desde hace añales Cambita Uribe.
En ese lugar, Cambita Uribe, tuvo por algún tiempo una residencia, en la que le llegó la muerte, el sobresaliente dirigente político José Francisco Peña Gómez. Cabe destacar que la vivienda, ubicada a menos de 500 metros de la mencionada autopista, aunque de dos plantas y de concreto, encima de un promontorio, no podía calificarse de suntuosa y estaba un tanto aislada de las pocas casas del paraje.

Tan pronto se pasa ese punto, a menos de dos kilómetros, se llega a otra comunidad, Cambita Sterling, donde existió antiguamente, al borde de la carretera, un cuartel del Ejército. Cambita Uribe y Cambita Sterling son, practicamente, pequeños pobladitos a la entrada del municipio y para llegar al corazón de éste hay que seguir avanzando en la carretera, que antes fue muy mala y que en los últimos años ha estado en mejores condiciones.

Cuando se avanza mucho más, se llega a Cambita El Pueblecito, antes pequeñito y hoy más populoso. Y de ahí se pasa a la capital del municipio, conocida por la gente como Cambita El Cruce, donde hace más de cuatro décadas Induban instaló la primera torrefactora de café del país.

Quien escribe tiene muchos recuerdos de la zona, por cuanto con alrededor de diez años de edad la visitó mucho, yendo en los famosos carros públicos, que entonces cobraban 25 centavos por pasajero, en razón de que acompañaba a su madre, maestra de escuela, quien iba diariamente de San Cristóbal a Cambita El Pueblecito a su trabajo docente en el plantel Leónidas Radhamés Trujillo Martínez, ya desaparecido.

Entre los recuerdos sobresale la abundancia de cítricos, principalmente de limones dulces, que había en todo el territorio de lo que es hoy el municipio, antes una sección y luego un distrito municipal de San Cristóbal. Y también la predominancia del café y el cacao entre las plantaciones del área, que se apreciaban cuando se transitaba por la carretera en cuestión.

Por qué hago esta descripción geográfica ?. Pues interesado en que se vea que José Francisco Peña Gómez nunca vivió en el centro de Cambita Garabitos y mucho menos conectado a su población, sino en Cambita Uribe, en el borde (y aislado), prácticamente a la entrada del territorio de ese municipio.

Peña Gómez si vivió durante algún tiempo, en el último lustro de la década del 50, en la ciudad de San Cristóbal, donde tuvo contacto directo con su población, al punto de que ejerció las funciones de maestro de escuela y hasta de locutor. (Incluso, el que escribe fue su alumno en el segundo de primaria, quizás en 1956 o 1957, no recuerdo exactamente, en la escuela primaria de San Cristóbal situada en la avenida Constitución, dirigida a la sazón por el profesor Alfredo Zabulón Díaz).

Si Cambita Garabitos ha tenido siempre ese nombre, con qué argumentos sólidos se justificaría ponerle el nombre del distinguido político ya fenecido al municipio en donde vivió en condiciones muy especiales que no viene al caso dilucidar ?.

Ni siquiera a Cambita El Pueblecito se justificaría colocarle el nombre del bien recordado politico ido a destiempo, porque nunca vivió en su jurisdicción sino solo por corto tiempo, al final de su vida, en Cambita Uribe.

Conviene hurgar en la historia de Cambita Garabitos, para lo cual –si se quiere hacer con rapidez- podría consultarse a monseñor Antonio Camilo, radicado actualmente en La Vega, quien tiene buena información al respecto. O podría tratar de rescatarse los originales del libro que sobre los orígenes de ese lugar escribía el periodista Daniel Martich Lorenzo, fallecido hace algunos años.

Un distinguido intelectual cambitero, Emiliano de la Rosa, actualmente radicado en San Cristóbal, tiene también algunos datos interesantes sobre el pasado de esa zona.

Para honrar a Peña Gómez (y a Joaquín Balaguer o a quien sea) no es necesario borrar tradiciones ni sobreabundar poniéndole su nombre a distintos sitios públicos, por lo que Emmanuel Esquea Guerrero debe buscar otras alternativas o encaminar sus energías hacia otros propósitos más viables y útiles.

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