viernes, 28 de noviembre de 2008

9:20 p. m.
Por Adrian Morales
Tomado de Cayena Revista Digital.

El himen, esa membrana que todavía define el destino de mujeres en el mundo como una arcaica prueba de virginidad, no es más que un fragmento de la anatomía femenina con características variables en cuanto a grosor, elasticidad, forma y tamaño. Darle más importancia de la que tiene es contribuir a tradiciones obsoletas y falsas creencias trasmitidas de una generación a otra.
No es un músculo, es un pliegue de tejido conectivo muy vascularizado que separa los genitales externos (labios) de la vagina y la cierra parcialmente. Investigaciones científicas sugieren que su presencia se remonta a la etapa fetal, donde la apertura de la vagina sucede poco antes de nacer. Su nombre proviene del dios griego del matrimonio, Himen, que se encontraba entre las piernas de las jovencitas. Su veneración en la antigua Grecia llegó a tal punto que para conservarlo se creó una escuela donde se enseñaba cómo comportarse para que Himen no huyera.
Tener o no tener
Existen tres tipos de himen. El más común, el perforado cribiforme, presenta perforaciones que permiten el flujo sanguíneo en la primera relación sexual. El imperforado, en cambio, caracteriza a la vagina cerrada, por lo que se debe a acudir a una intervención quirúrgica para que el fluido menstrual continúe su curso natural. “Así se evita la criptomenorrea, acumulación de sangre en la vagina, un padecimiento poco común que puede ocasionar dolor y se presenta durante la pubertad”, explica la ginecóloga Amparo Salinas.El de tipo elástico, conocido como himen complaciente, posee una enorme facilidad de estiramiento y puede permanecer intacto incluso después de varios encuentros sexuales. “No desaparece, se repliega y se convierte en las carúnculas himeneales y llega a romperse por completo en el primer parto natural”, asegura la especialista.
Un alto porcentaje de mujeres nace sin himen, mientras otras lo desgarran de manera advertida o no antes de llevar una vida sexual activa, ya sea a causa de un ejercicio forzado, golpe, flujo menstrual excesivo o debido a la masturbación.
El mito del sangrado
El asunto del sangrado es otro dilema. No todas las mujeres sangran durante su primera relación sexual, concuerdan los ginecólogos, y aseguran que el sangrado es consecuencia de la ruptura de los vasos sanguíneos vinculados al himen, que no siempre se rompen con la penetración. En muchos lugares aun persiste la creencia de que el testimonio fiel de la virginidad es sangrar y experimentar un dolor fuerte durante el primer coito. No cumplir con alguno de estos retrógrados requerimientos al consumarse el acto, provoca que muchas féminas sean consideradas indignas.La verdadera virginidad no es física, es algo que trasciende al plano espiritual. Ni el himen, ni el sangrado, ni el dolor deben ser “garantías” para validar esa condición. La persona que entregue sus sentimientos de manera pura puede desnudarse ante el ser amado de igual forma que la vez primera. Intimar con otra persona debe ser una decisión libre, basada en el respeto y los valores individuales, ajena a cualquier prejuicio.

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