domingo, 5 de octubre de 2008

11:11 a. m.
El escándalo de la leche adulterada con melamina es el último de una prolija serie que incluye medicinas falsificadas, juguetes peligrosos y dentífricos intoxicados.

Tomado de eldiariomontañez.es

PABLO M. DÍEZ

El sello 'Made in China' nos rodea por todas partes en nuestra vida cotidiana, desde esos vasos, manteles, sofás y estanterías de plástico que salen tan bien de precio hasta las bicicletas que suelen pedir los niños a los Reyes Magos, pasando por iPods, iPhones, televisores de plasma, reproductores de deuvedés, ordenadores, videoconsolas, cámaras de fotos, pantalones, camisas, zapatos, calzoncillos y un largo etcétera que daría para completar las dos páginas de este reportaje.

Sólo hay que dar la vuelta a cualquier producto que tengamos a mano para toparse con la leyenda 'Made in China', auténtico símbolo de la globalización del siglo XXI. No en vano en la ciudad de Wenzhou, se fabrica el 80% de los mecheros y el 75% de las gafas de sol que se venden en todo el mundo; en Datang se produce la tercera parte de los calcetines del orbe y de las factorías de Songxia salen 350 millones de paraguas al año.

Gracias a las reformas capitalistas que, tras la muerte de Mao, puso en marcha Deng Xiaoping, el gigante asiático se ha convertido en la 'fábrica del mundo' y ha revolucionado la economía y la política del planeta.

Cientos de millones de personas han salido de la pobreza, las grandes multinacionales se han instalado en el país en busca de su barata mano de obra y de su quimérico mercado de 1.300 millones de potenciales consumidores al tiempo que los productos chinos han invadido los mercados.

Más de un trabajador europeo o norteamericano se ha quedado en la calle porque sus empresas han cerrado las fábricas y se han deslocalizado a China, pero todos esos problemas se nos olvidan cuando compramos un bolso falsificado de Louis Vuitton por 15 euros, una copia en deuvedé del último Indiana Jones por un euro o unas zapatillas 'piratas' de Adidas por cinco.

Al margen de las multimillonarias pérdidas que estas violaciones de los derechos de propiedad intelectual generan a las grandes marcas de diseño, el verdadero problema surge cuando lo que se imita no son relojes Rolex o camisetas de Dolce & Gabanna, sino medicamentos y alimentos.

En China se produce buena parte de las medicinas y comidas preelaboradas que se consumen en la sociedad occidental, donde rara vez se comprueba el origen de dichos artículos. Por ese motivo, el cumplimiento de las normas de calidad y sanidad resulta crucial no sólo para los consumidores chinos, sino para el resto del planeta.

Saltan las alarmas

Sin embargo, el escándalo de la leche adulterada con melamina, que ha intoxicado a 54.000 bebés en el coloso oriental y causado la muerte a cuatro de ellos al provocarles piedras en el riñón, ha hecho saltar las alarmas en los cinco continentes.

«Tomaremos las medidas oportunas para revitalizar la industria alimentaria y garantizar que nuestros artículos son seguros», ha prometido el primer ministro, Wen Jiabao, quien criticó la falta de ética de los empresarios implicados en el fraude.

Pero no es la primera vez que sucede algo así. Sin ir más lejos, en 2004 otros 200 niños chinos sufrieron malnutrición y al menos 12 perdieron la vida al ser alimentados con una leche en polvo que no contenía elementos nutritivos.

Era sólo el primer aviso de la tragedia que ocurriría cuando se descubrió que, desde diciembre de 2006, al menos un centenar de personas -365 según otros cálculos- habían fallecido en Panamá por tomar un jarabe contra el resfriado elaborado con sustancias procedentes de China. En vez de curarlos, el medicamento los llevó a la tumba. El motivo es que no contenía glicerina, que da un sabor dulce a los jarabes, sino un disolvente industrial más barato que se utiliza en los anticongelantes.

Casi al mismo tiempo, en marzo de 2007, numerosos perros y gatos de EE. UU, perecieron al ser alimentados con una comida para animales que contenía melamina, el componente químico que ha vuelto a aparecer en la leche y que es habitual en plásticos y fertilizantes.

Debido a su alto porcentaje de nitrógeno, dicha sustancia es diluida en la leche y otros alimentos para aparentar que tienen más proteínas, cuando en realidad puede resultar letal. Además, el veneno no sólo afectó a las mascotas, sino también a 2,7 millones de animales de diversas granjas de Indiana, por lo que las autoridades temen que algún día dichas sustancias tóxicas se cuelen en la cadena alimentaria humana.

Una posibilidad que ha vuelto a surgir con el fraude de la leche, que ha traspasado fronteras y se ha extendido a derivados lácteos, como las chocolatinas de Cadbury o Snickers, los caramelos de M&Ms, las galletas de Oreo o las golosinas de White Rabbit.

Juguetes retirados

Igual de masivo fue el escándalo que, el pasado verano, obligó a la multinacional Mattel a retirar 21 millones de juguetes por los altos niveles de plomo de sus pinturas, perjudiciales para los niños.

Aunque, posteriormente, la empresa reconoció que el fallo de diseño era suyo, el Gobierno chino prohibió a 764 firmas jugueteras exportar sus productos debido a su mala calidad. Ni siquiera la pena de muerte aplicada en julio de 2007 al anterior máximo encargado de velar por la calidad de los alimentos y fármacos, Zheng Xiaoyu, acabó con los fraudes.

En una sentencia ejemplar, este funcionario corrupto fue condenado a muerte por aceptar 616.000 euros en sobornos a cambio de dar su visto bueno a productos que no cumplían las normas, entre ellos un antibiótico que causó la muerte de diez personas en China.

Pero, tras su ajusticiamiento, estalló el escándalo de los dentífricos tóxicos, que llevó a la UE a prohibir las marcas 'Spearmint' y 'Trileaf Spearmint'.

Asimismo, cientos de consumidores japoneses resultaron intoxicados por comer «dumplings» (raviolis rellenos) importados del gigante asiático.

Según la Administración General para la Supervisión de la Calidad, el 20% de los productos chinos no cumple los requisitos de seguridad. Muchos de ellos pasan cada día por nuestras manos haciéndonos más fácil y barata la vida, pero también más peligrosa y breve.

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