En la década del 50 del pasado siglo
las tiras cómicas del periódico El Caribe eran el diario entretenimiento de
niños, adolescentes y adultos. Era costumbre el intercambio de
“paquitos”, historietas de vaqueros y fotonovelas de amor. Eran los tiempos de la
revista “Life” y las cubanas “Carteles” y “Bohemia”, aunque “Vanidades” se
resiste desaparecer.
Fue el nacimiento de “La Voz
Dominicana” (televisión en blanco y negro) y su “Semana Aniversario” cada año.
Era costumbre meridiana oír en la radio “mejor que me calle/que no diga
nada/que lo que tu sabes/es lo que yo se”, de Don Paco Escribano. El gran
acontecimiento fue la “Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre”, en
1955, en conmemoración del 25 Aniversario de la Era de Trujillo.
En esa aletargada y hasta romántica
década juvenil, la del primer beso y el despertar de los placeres, abundaban
los radios marca “Phillips” de tubo, con paneles “ojos de gato” y frecuencia AM
que ajustábamos buscando mejor sintonía en el dial. Al anochecer era una rutina
“El Rosario” de la Iglesia Católica, las novelas habladas y de vez en cuando
las tórridas declamaciones de Juan Llibre (…”calle de la Veracruz”). Con mayor
nitidez sintonizábamos “La Voz de los Estados Unidos de América” que promovía
el intercambio de correspondencia entre jóvenes del continente, al igual que la
potente “Radio Netherlands”, de las Antillas Holandesas.
Era la época de las consolas,
tocadiscos, velloneras y del teléfono al estilo viejo oeste que permitía a las
operadoras “tirarse la oreja” cuando uno le decía: “operadora, comuníqueme con
la casa de Juan Pérez”. Según rumores, algunas de ellas eran informantes
del temible Servicio de Inteligencia Militar (SIM) de Trujillo, por cierto el
hombre mejor informado del país. Eran los albores de los años 50s y principios
de los 60s y de vez en cuando, entre el Rock de Elvis y el son de Los Compadres
escuchábamos el coro ¡Abajo Chapita!, en las ondas de Radio Habana, en la Cuba
de Fidel cuando todavía los cubanos bailaban el son con alegría.
Las cosas se calentaron en República
Dominicana después de la invasión de Constanza, Maimón y Estero Hondo, en junio
de 1959, cuando la Raza Inmortal combatió a Trujillo en su propio terreno. En
ese lento y patriótico despertar los jóvenes hacíamos ingenuos comentarios en
las esquinas.
En una noche estrellada y de luna
llena, mientras jugábamos a “manos calientes” en la esquina del almacén de
provisiones “Luis M. Lama”, pasó un carrito Volkswagen o “cepillo” del Servicio
de Inteligencia Militar (SIM), bien despacito; luego una segunda vez, a corta
distancia. A la tercera vez el calié (agente del SIM) solo encontró un
solitario poste de luz clavado en una esquina vacía.
En febrero de 1961, tres meses antes
del asesinato de Trujillo, un vecino nuestro dio una recepción en honor al
“Jefe” mientras varios agentes del SIM rodeaban la casa de mis padres como
medida de precaución. En ese momento el pueblo dominicano desconocía las
intenciones de Miguel Angel Báez Díaz, presente en la recepción, quien luego
participó en la conjura que dio muerte a Trujillo el 30 de mayo de 1961. En una
ocasión, mientras pasaba unas vacaciones en Neiba en casa de mi tío político
Carlos Julio González, Gobernador de la provincia, Trujillo realizó un amplio
recorrido por las principales provincias del Sur.
El gran encuentro fue en el parque de
Duvergé donde pronunció un discurso. Uno de los guarda espaldas que rodeaba la
tarima, con carabina “San Cristóbal” y chaleco al estilo Pancho Villa, me cortó
los ojos porque no aplaudí al final del discurso mientras Trujillo saludaba la
multitud. Y en abril de 1961 el profesor Alejandro. Lebreault, Director
del Liceo Federico H. y Carvajal, escogió un grupo de alumnos para entregarle a
Trujillo un ramo de flores en el Casino del Sur. Yo me encontraba dentro del
grupo elegido pero a última hora la comitiva del Perínclito de San Cristóbal
decidió que solo las alumnas entregarían el ramo de flores a Trujillo,
tal y como sucedió.
En los dos bailes que recuerdo en ese
casino, con la asistencia de Trujillo, la presencia de la sociedad barahonera
siempre fue masiva. Tres jóvenes y un adulto compartíamos una mesa. El mozo,
atendiendo nuestro pedido, nos sirvió una botella de Ron Brugal, dos soda
Enriquillo, hielo y una caja grande de cigarrillos Marlboro acompañada de
fósforos “La Estrella” ya que en aquel entonces el “encendedor” apenas entraba
en escena y era una especie de lujo. Como se sabe, la soda Enriquillo es una
bebida efervescente que al destapar de golpe emite un sonido alto y seco, aún
con el mayor cuidado. Así lo hice en plena fiesta, con el mayor cuidado,
pero como quiera sonó.
El amigo adulto Manuel (a) Manuel
Lagares, mirándome fijamente y con cara de Drácula me dijo: “Eduardo, si haces
eso de nuevo me voy de la mesa”, no sin antes sentir las felinas miradas de la
gente a mi alrededor. Fue la noche en que Trujillo paró la música para
pronunciar algunas palabras entre los bailadores reunidos en el patio español
mientras disfrutaban el pimentoso merengue “Caña brava”. Sin duda alguna
Trujillo tenía unas copas de más.
En su libro “Mis memorias”, Porfirio
Rubirosa describe la “Era de Trujillo” como “veintidós años de amor y dos de
odio”, si sirve de algo para ver las dos caras de la moneda, la que al parecer
tiene más de dos caras desde aquel entonces hasta nuestros días, exceptuando
“Las Manaclas” y la “Revolución de Abril de 1965”.
Sea una cosa o la otra, la juventud de
la época no mayor de 15 años no estaba al tanto, o realmente consciente, de las
cosas que sucedían a nivel político. A esa juventud y a mucha gente no se le
puede culpar de nada. Todo comenzó con la invasión del 14 de junio de1959 a lo
que siguió el “Complot Develado” en 1960. Por lo tanto, en esa época nada se
sabía del Producto Interno Bruto (PIB), inflación, democracia, autonomía,
etc.
Pero sí se supo que tras la muerte de
Trujillo el 30 de mayo de 1961, la República Dominicana tenía el gobierno más
rico de América al ser el Estado el dueño de la maquinaria productora del país
y por tanto parte dominante de los sectores productivos tradicionales de valor
agregado que intervienen en el crecimiento de la economía según los índices
anuales del Producto Interno Bruto.
Por ese motivo, hasta ese martes en la
noche del 30 de mayo de 1961 cuando mataron a Trujillo, el Estado de la Era de
Trujillo se había comportado como un sector económico como otro cualquiera,
donde los sectores público y privado se entrelazaban como sectores productivos
tradicionales de valor agregado junto con las grandes obras de infraestructura
construidas en los 31 años que duró el régimen dictatorial. Debido a eso me
pregunto si ese hubiera sido el terreno ideal para poner en práctica la Teoría
de la Desigualdad, conocida también como “PIB 2.0 – Pacto por la
Productividad”, pues desde la muerte de Trujillo hasta la fecha los sectores
público y privado andan por caminos separados atrincherados en horizontes de
grandeza.
Es dentro de un verdadero Estado
social y democrático de Derecho, o Estado Nación que todavía no tenemos,
a pesar de más de 50 años de “democracia”, donde realmente se pueden discutir
ciertos planteamientos que beneficien la sociedad, que es lo que pretende la
Teoría de la Desigualdad y/o PIB 2.0 – Pacto por la Productividad, u otro.
Mientras tanto, o mientras nada sucede, no es nuestra intención restarles méritos
a los que sueñan con un amor o mundo ideal dentro del “Estado Político y/o
Supra Estado Colonial” que tenemos desde la muerte de Trujillo a la fecha,
“estado” al que hay que revisar de arriba a abajo para luego pretender vivir en
un país o mundo ideal donde solo lo cojan de pendejo si usted quiere.
El autor Luis Eduardo Díaz Franjul, es empresario turístico y reside en Santo Domingo.
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