El turista que llega a Samaná lucha con la perturbación que le causa observar hermosos paisajes embadurnados de basura.
Tomado de Bella Bahia Magazine:
Samaná.- Esta maravillosa provincia, rica en recursos aptos para todo tipo de turismo, busca posicionarse dentro de las ofertas turísticas que se proyectan internacionalmente.
Todo inversionista busca más que bonitas playas y recursos naturales, una garantía de su inversión.
Esto significa que la inyección de grandes recursos se quedaría oxidada al ver que para llegar a las instalaciones hoteleras o disfrutar de un río o una playa, el visitante se encuentra con una ciudad que exhibe un desorden mayúsculo.
El turista que llega a Samaná, lucha con la perturbación que le causa observar hermosos paisajes embadurnados de basura, calles destrozadas, perros sin dueños, arrabalización y otros males.
El pasado fin de semana, realizamos un recorrido por la ciudad obteniendo como resultado una triste pero cruda realidad: Samaná no tiene quien le duela y sus autoridades están totalmente ausentes.
Aunque la cantidad de turistas se ha incrementado debido a la corta distancia que separa la provincia de la Capital, Santo Domingo, gracias a la nueva carretera del Noreste, esto no ha motivado a las autoridades a replantearse para aprovechar este gran flujo de visitantes que pueden ayudar a aliviar, en cierto modo, el desempleo imperante.
Durante el recorrido que hicimos por algunos barrios y localidades que componen la provincia como: Villa Salma, Juana Vicente, Willmore, La Mezcla, la Fortaleza Vieja (donde vive el síndico), Los Cacaos, Tesón y el centro del pueblo, encontramos que no existe una calle de esta zona que no esté en mal estado, atiborrada de basura, los comercios dueños de las aceras y los perros realengos por doquier.
Un ejemplo, es que en pleno muelle, entrada de los visitantes criollos y extranjeros vía marítima, está situado un legendario parque, copado de frondosos árboles que le dan vida, pero su belleza está escondida por la presencia de tarantines, cuyas lonas azules imposibilitan la vista de la bahía desde uno de sus bancos.
Uno de los puntos más críticos de la situación de abandono de Samaná, es la basura, que se amontona en las calles, incluso a escasos metros de las Oficinas Gubernamentales y/o Ayuntamiento.
Se pueden observar en las aceras, las manadas de perros comiéndose la basura y los transeúntes se ven obligados a desecharlos o tirarse a la calles aunque eso signifique un peligro mayor que la mordida de un can.
Un síndico fantasma
Para tratar de conocer la realidad de la penosa situación acudimos a las Oficinas Municipales para conversar con el síndico. Los esfuerzos volvieron a ser infructuosos.
Su ausencia nos permitió observar con detenimiento las instalaciones del ayuntamiento. El panorama no pudo ser peor, la paredes están tan agrietadas por la humedad que la pintura está manchada y negruzca.
El oxido que exhiben las barandas de las verjas oscurecieron la hermosa vista que tiene la edificación hacia la bahía, ese color cobrizo corre por los ventanales cual si fuera una cortina de agua. Está muy abandonado y deprimido ese lugar.
Afuera yacen varios vehículos, entre ellos un minibús Hyundai, de esos que donó Hipólito Mejía para el transporte estudiantil, se cobijan bajo un gran árbol que impide que los rayos del sol sequen su pintura y le provoque una putrefacción.
Las gomas están ausentes, el cristal delantero está roto, la carrocería está que escurre la humedad. El colmo de la situación fue que al caminar por el costado derecho del edificio, a escasos 20 o 30 metros observamos un tremendo basurero!
Los ciudadanos consultados aseguran no ver al síndico desde meses y los que han tenido la suerte de verlo, afirman que no ha hecho nada por cambiar la imagen del pueblo a pesar del incremento de turistas que visitan la zona.
Pablo Medina, quien se negó a ser fotografiado, manifestó que "ese señor nadie lo ve". Una señora consultada sobre el particular también se negó a ser reconocida por la población dijo que "el no sale a la calle, muy poca gente lo conoce. La gente no puede caminar en la calle llena de basura y desperdicios. En las calles se comenta el desorden pero nadie quiere animarse a denunciar la situación.
Los moto conchos y el desempleo
Las escasas oportunidades que tienen los jóvenes de la provincia, sumado a la pobreza que exhiben la mayoría de los pobladores, convierten a la fuerza laboral de Samaná en presas del motoconcho como único medio de sustento diario.
Aún no existe un centro de formación técnica que los motive a estudiar carreras cortas y rentables. Ante la alta tasa de desinformación con respecto a los métodos de planificación sexual la gran mayoría tiene hijos y esposas en muy precarias condiciones.
Esta realidad los empuja a que, debido a la gran cantidad de motos circulando, traten de sacar provecho a los turistas que desconocen la tarifa del eficiente pero peligroso transporte.
Un ejemplo es que para realizar el recorrido antes citado usamos varios motores (uno a uno) para visitar las diversas comunidades. El último que usamos que nos esperó unos minutos mientras tomábamos unas fotos nos pidió $80 por el transporte, regateamos y lo dejó en $50 al preguntar a como está el pasaje, respondió que a 15 pesos.
Autora: Yndira Concepción
Samaná.- Esta maravillosa provincia, rica en recursos aptos para todo tipo de turismo, busca posicionarse dentro de las ofertas turísticas que se proyectan internacionalmente.
Todo inversionista busca más que bonitas playas y recursos naturales, una garantía de su inversión.
Esto significa que la inyección de grandes recursos se quedaría oxidada al ver que para llegar a las instalaciones hoteleras o disfrutar de un río o una playa, el visitante se encuentra con una ciudad que exhibe un desorden mayúsculo.
El turista que llega a Samaná, lucha con la perturbación que le causa observar hermosos paisajes embadurnados de basura, calles destrozadas, perros sin dueños, arrabalización y otros males.
El pasado fin de semana, realizamos un recorrido por la ciudad obteniendo como resultado una triste pero cruda realidad: Samaná no tiene quien le duela y sus autoridades están totalmente ausentes.
Aunque la cantidad de turistas se ha incrementado debido a la corta distancia que separa la provincia de la Capital, Santo Domingo, gracias a la nueva carretera del Noreste, esto no ha motivado a las autoridades a replantearse para aprovechar este gran flujo de visitantes que pueden ayudar a aliviar, en cierto modo, el desempleo imperante.
Durante el recorrido que hicimos por algunos barrios y localidades que componen la provincia como: Villa Salma, Juana Vicente, Willmore, La Mezcla, la Fortaleza Vieja (donde vive el síndico), Los Cacaos, Tesón y el centro del pueblo, encontramos que no existe una calle de esta zona que no esté en mal estado, atiborrada de basura, los comercios dueños de las aceras y los perros realengos por doquier.
Un ejemplo, es que en pleno muelle, entrada de los visitantes criollos y extranjeros vía marítima, está situado un legendario parque, copado de frondosos árboles que le dan vida, pero su belleza está escondida por la presencia de tarantines, cuyas lonas azules imposibilitan la vista de la bahía desde uno de sus bancos.
Uno de los puntos más críticos de la situación de abandono de Samaná, es la basura, que se amontona en las calles, incluso a escasos metros de las Oficinas Gubernamentales y/o Ayuntamiento.
Se pueden observar en las aceras, las manadas de perros comiéndose la basura y los transeúntes se ven obligados a desecharlos o tirarse a la calles aunque eso signifique un peligro mayor que la mordida de un can.
Un síndico fantasma
Para tratar de conocer la realidad de la penosa situación acudimos a las Oficinas Municipales para conversar con el síndico. Los esfuerzos volvieron a ser infructuosos.
Su ausencia nos permitió observar con detenimiento las instalaciones del ayuntamiento. El panorama no pudo ser peor, la paredes están tan agrietadas por la humedad que la pintura está manchada y negruzca.
El oxido que exhiben las barandas de las verjas oscurecieron la hermosa vista que tiene la edificación hacia la bahía, ese color cobrizo corre por los ventanales cual si fuera una cortina de agua. Está muy abandonado y deprimido ese lugar.
Afuera yacen varios vehículos, entre ellos un minibús Hyundai, de esos que donó Hipólito Mejía para el transporte estudiantil, se cobijan bajo un gran árbol que impide que los rayos del sol sequen su pintura y le provoque una putrefacción.
Las gomas están ausentes, el cristal delantero está roto, la carrocería está que escurre la humedad. El colmo de la situación fue que al caminar por el costado derecho del edificio, a escasos 20 o 30 metros observamos un tremendo basurero!
Los ciudadanos consultados aseguran no ver al síndico desde meses y los que han tenido la suerte de verlo, afirman que no ha hecho nada por cambiar la imagen del pueblo a pesar del incremento de turistas que visitan la zona.
Pablo Medina, quien se negó a ser fotografiado, manifestó que "ese señor nadie lo ve". Una señora consultada sobre el particular también se negó a ser reconocida por la población dijo que "el no sale a la calle, muy poca gente lo conoce. La gente no puede caminar en la calle llena de basura y desperdicios. En las calles se comenta el desorden pero nadie quiere animarse a denunciar la situación.
Los moto conchos y el desempleo
Las escasas oportunidades que tienen los jóvenes de la provincia, sumado a la pobreza que exhiben la mayoría de los pobladores, convierten a la fuerza laboral de Samaná en presas del motoconcho como único medio de sustento diario.
Aún no existe un centro de formación técnica que los motive a estudiar carreras cortas y rentables. Ante la alta tasa de desinformación con respecto a los métodos de planificación sexual la gran mayoría tiene hijos y esposas en muy precarias condiciones.
Esta realidad los empuja a que, debido a la gran cantidad de motos circulando, traten de sacar provecho a los turistas que desconocen la tarifa del eficiente pero peligroso transporte.
Un ejemplo es que para realizar el recorrido antes citado usamos varios motores (uno a uno) para visitar las diversas comunidades. El último que usamos que nos esperó unos minutos mientras tomábamos unas fotos nos pidió $80 por el transporte, regateamos y lo dejó en $50 al preguntar a como está el pasaje, respondió que a 15 pesos.
Autora: Yndira Concepción
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