lunes, 1 de diciembre de 2008

9:54 a. m.
CAMAGÜEY, Cuba - El presidente Raúl Castro asistió este sábado a la misa de beatificación del cubano José Olallo (1820-89) en la oriental provincia de Camagüey.
Castro estuvo acompañado por el vicepresidente, Esteban Lazo, y la jefa de la Oficina de Asuntos Religiosos del gobernante Partido Comunista, Caridad Diego, y fue aplaudido por los presentes en la plaza pública donde se realizó el oficio, a 530 km al este de La Habana.
A la misa, encabezada por el cardenal José Saraiva, Prefecto de la Congregación para las causas de los santos, también asistieron el cardenal cubano Jaime Ortega, todos los obispos locales y algunos extranjeros invitados.
Olallo, segundo cubano en ser beatificado -el primero fue hace un año en España-, era miembro de la orden Hospitalaria San Juan de Dios y, aunque no era sacerdote, el pueblo lo denominó “padre”.
Olallo dedicó su vida a la atención de enfermos y heridos de la primera guerra de independencia (1868-1878), contra la corona española, a la que desafió al no acatar las leyes de exclusión de las órdenes religiosas de Cuba, donde quedó como único hospitalario. La beatificación, que será transmitida en diferido por la televisión estatal, fue anunciada el viernes por el diario oficial Granma, que desplegó en casi toda una página la biografía y datos de Olallo.
La presencia de Raúl Castro y altos representantes de su Gobierno, es interpretada como indicador de un momento de fluidez en las relaciones Iglesia-Estado, que han sido ondulantes en 50 años de gobierno comunista.
El vicario de La Habana Carlos Manuel de Céspedes, una de las figuras históricas de la Iglesia, dijo a la AFP que las relaciones con el Estado “están caminando hace un tiempo por un camino más fluido” y “la atención que se ha brindado en los medios en Cuba y la cooperación en Camagüey para la organización de todas las celebraciones es un signo de esa realidad”.
A la beatificación además asistieron el vicepresidente de la Comisión Pontificia de América Latina, Octavio Ruiz, arzobispo de Villavicencio, Colombia; así como el obispo de Miami, el cubano Felipe Estévez, y los también obispos Roberto González (San Juan) y Rubén González (Caguas), ambos de Puerto Rico, además de representantes de la Orden de Malta.
Unos días antes de la beatificación, durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro el papa Benedicto XVI deseó que la beatificación del José Olallo “conceda una renovada vitalidad apostólica a todos los cubanos”. Benedicto XVI saludo “con afecto” a los sacerdotes y fieles cubanos.
“Que el ejemplo y la intercesión del nuevo Beato ayude a la Iglesia en su misión evangelizadora, y conceda una renovada vitalidad apostólica a todos los cubanos que se glorian de ser discípulos y misioneros de Jesucristo”, dijo el Papa.
El Papa confió además a todo el pueblo cubano y en especial a los enfermos y al personal sanitario a la protección de el beato Olallo, quien asistió a los enfermos de cólera durante la epidemia de 1835 en Camagüey.
Olallo es el segundo beato cubano después de que José López Piteira fuese beatificado en 2007 junto a 497 españoles considerados “mártires” por la Iglesia, tras ser asesinados durante la Segunda República y la Guerra Civil en España, en 1934 y 1936-39.
Nacido en La Habana el 12 de febrero de 1820, cuando Cuba era colonia española, Olallo no conoció a sus padres.
Fue abandonado a las puertas de la Casa Cuna San José, donde fue bautizado y educado por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul.
Desde la adolescencia mostró deseo y voluntad de servir a los enfermos y necesitados, así como su vocación religiosa.
Se incorporó en 1835 a la Orden de San Juan de Dios, que lo destinó ese mismo año al hospital que atendía en la villa de Puerto Príncipe, hoy Camagüey, para completar su formación.
Pronto ganó fama de enfermero eficiente y afable, y se destacó por asumir las tareas más difíciles en la institución en la que permaneció 54 años.
Incluso, dirigió por algún tiempo, el centro hospitalario donde también se desempeñó como cirujano y farmacéutico, además de dedicarse al magisterio.
La documentación histórica recopilada para la beatificación recoge su gesto de llevar hasta el hospital el cadáver del general independentista Ignacio Agramonte, que había sido arrojado en la Plaza de San Juan de Dios por las autoridades españolas tras su muerte en combate.
Olallo vivió en estricta austeridad, alojado en una pequeña celda de hospital, y en ella murió.
Se enfrentó a las epidemias que por aquella época azotaban a Camagüey con frecuencia, como las de viruela, cólera y fiebre amarilla, que diezmaban a los habitantes de la ciudad.
Dedicó diez años a atender a su único compañero religioso en la ciudad, Juan Manuel Torres, aquejado de lepra, y al fallecer este, Olallo quedó solo en el hospital.
En 1887 sufrió un aneurisma abdominal y murió dos años después, sin haber abandonado la asistencia a los enfermos.
Sus restos fueron acompañados hasta el cementerio por miles de camagüeyanos que, tras una colecta pública, le dedicaron un parque, dieron su nombre a una calle y le construyeron un mausoleo al que acuden sus devotos a pedir ayuda e intercesión.

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