lunes, 15 de diciembre de 2008

11:41 a. m.
Por Eulalio Almonte-Rubiera

La pendiente enjabonada por la que a tientas renquea el país, se vuelve cada vez más resbaladiza para el alpinismo social, económico y político de República Dominicana, que no obstante conocerse de los pronósticos de la intensidad de los vientos que habrían de enfrentar, sus autoridades no tuvieron la voluntad ni la capacidad de adoptar medidas que pusieran a buen recaudo las débiles estructuras nacionales.
Para los que aun nos duelen los azotes en las espaldas de los tiempos de ayer y de hoy, sentimos pavor ante un presente que parece encaminado a desencadenar un porvenir nada halagüeño; y para llegar a tan pesimista conclusión solo es preciso leer las crónicas que la prensa nacional y extranjera nos sirve como pan de cada día:
--Cierre de importantes centros de producción;
--Despidos masivos de personal en empresas y parques industriales;
--Anuncio de medidas alumbradas por la improvisación;
--Maniobras políticas con el malsano propósito de continuar sojuzgando a un pueblo que ha perdido su capacidad de asombro;
--Intenso tráfico de drogas a través de un territorio en el que la autoridad ha visto, impasible, como gente investida de autoridad se han convertido en guardianes y/o santuarios del narcotráfico;
--La inseguridad se manifiesta ya no solo en acciones del raterismo, sino que exhibe capacidad para el secuestro, el chantaje, el asesinato;
Mientras esto y mucho más se adueñan del cuerpo social dominicano, desde madrigueras oficialistas se llevan a cabo maniobras encaminadas a evitar que, en su momento, la nación dominicana produzca cambios que frenen la improvisación, el dolo, el derroche, la compra y alquiler de conciencias.
Una de esas manifestaciones soterradas se palpa en el evidentemente bien calculado retorno del llamado Consejo Presidencial Reformista, que ha servido de pie de amigo a los ‘liberadores’ y al doctor Leonel Fernández, y que ahora parecen dispuestos a arrastrar, desde dentro, lo poco o mucho de lo sano que aún pueda quedar en el Partido fundado por el desaparecido Joaquín Balaguer.
Como la verdad no tiene prisa, más temprano que tarde habrá de aflorar todo cuanto de oculto haya producido el extraño y sorpresivo retorno de don Carlos Morales y sus amigos.
Lo peor de todo es que en momentos que esas maniobras se hacen evidentes, la dirigencia del Partido Revolucionario Dominicano, -sin duda la más representativa fuerza opositora del momento, sigue inmersa en una competencia de apetente protagonismo, echando en saco roto aquella sentencia de José Francisco Peña Gómez, de que los elementos que propician la derrota perredeísta yacen en sí mismo.
“Solamente el PRD derrota al PRD”, --dijo en una y más ocasiones el impoluto y gran líder de masas, para significar que la lucha intestina es la que ha impedido que esta herramienta de la democracia dominicana haya ocupado el sitial que la historia le ha reservado.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) parece más atenta a estos problemas.
En su más reciente informe, analizado con gran espíritu y gran sentido crítico por el periodista Juan Bolívar Díaz Santana, el organismo regional nos coloca en una situación que constituye en sí un llamado de advertencia a la conciencia nacional.
Parece que no solo desde mi escritorio percibo la indiferencia con que tratamos la problemática nacional, sino que el veterano analista, que no tiene militancia política conocida, concluye lamentándose de la manera en que nuestro país se observa a sí mismo. Antes de concluir cito lo que debería de servir de pito de locomotora a partidos como el PRD:
“El Panorama Social de América Latina y el Caribe, entregado esta semana pasará desapercibido en el país, o por lo menos no ocasionará impacto alguno, pues sus indicadores no serán noticias para esta sociedad acostumbrada a aparecer en los últimos escalones de las mediciones internacionales, sean sobre pobreza, educación, salud, corrupción, transparencia de la gestión pública o inversión social.”
Entonces, parece muy válida la interrogante con que inicie este artículo de si habrá esperanza. En un discurso de inicio de su candidatura presidencial, Miguel Vargas remató su pieza diciendo: "Siempre Habrá Esperanza, y como conozco a mi pueblo no pongo en duda que habrá de empinarse sobre las cumbres".

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