jueves, 11 de diciembre de 2008

1:07 p. m.
Por Wilson Suazo
BANI
.- En el mismo corazón del barrio Viet-Cong, epicentro de las nostalgias y recuerdos que nunca se borran, por allá por las décadas 60 y 70 del siglo pasado, zona ésta donde quedaron marcadas los afanes y ajetreos juveniles en la vida del autor de esta crónica periodística, conocí a “Calan”.
Simplemente, así como lo apodaban, en su “ir y venir” hacia la esquina de El Meneo, donde se reunía con sus amigos y compañeros de labores de la panadería de Luís Ruiz, que tenía un establecimiento de este tipo frente al cine Vanahí, en la parte norte de esta ciudad, justo en la calle Duarte, entre Las Carreras y La Trinitaria, traté de cerca a “Calan” a finales de la década de los años 60.
El protagonista de esta historia informativa, mi amigo “Calan”, a quien siempre aprecié hasta los días de su muerte, ocasionada por el bandidaje desbordado y criminal que enlutese este Valle de nuestros amores, sin que la sociedad impotente reciba la protección de un Estado, que parece empequeñecerse y esconder la cabeza ante este ruido malvado que ocasiona la delincuencia infernal, la misma que debe ser detenida al “precio que sea”.
“Calan” cayó víctima de la violencia, provocada por un grupo delincuencial que penetró sorpresivamente al garaje de una residencia, en la calle Santomé esquina Las Carreras, propiedad de un amigo que reside en los Estados Unidos, a donde coincidencialmente estaba la víctima.
A este banilejo bueno y trabajador el grupo de delincuentes -que actúa en Baní con desenfreno y desafiante- lo asaltaron y masacraron a golpes.
Ellos mataron a un banilejo que su principal peculiaridad y perfil de vida, fue la de haber estado dedicado durante casi medio siglo a las labores productivas, por lo que sus amigos lo apreciaban como un hombre de trabajo a tiempo completo.
Puedo afirmar que este lugar donde murió el amigo es testigo de los días de infancia y adolescencia de este periodista. Mis días de adolescente fueron aprovechados para lustrar zapatos a un precio módico, lo que me permitía reunir el pago de la tanda de matinée de los domingos
Aquellos fueron tiempos de gran efervescencia a causa del bullicio de la muchachada que acudíamos durante los días de matinée a ese populoso cine, para ver nuestras “vaqueradas” o “mejicanadas” favoritas.
Vi a “Calan” muchas veces acudir a ese cine los domingos, cuando a mis 12 o 13 años de edad visitaba el negocio de las manos de mi hermano Ernesto o Juansito, ambos mozalbetes aún.
Empecé a conocer en ese escenario a “Calan”, un muchachón, de tez blanca, a quien a veces se le veía “medio apariguayado” pero muy amistoso. En su oficio de panadero laboró junto Naná, su hermano “La Nona” y de “Teto”, entre otros que ahora no recuerdo.
Larguirucho en ese tiempo, como su hermano “La Nona”, recuerdo que “Calan” llamaba siempre la atención en los grupos de jóvenes que se aglomeraban en El Meneo o en la zona del barrio Santa Cruz.
Por eso, duele y repugna la forma o bestialidad en que estos delincuentes que tienen que pagar en el banquillo de los acusados, quitaron la vida a este amigo al que conocimos durante más de 45 años.
Esperamos que la justicia banileja, cuestionada severamente por la voz insobornable del senador Wilton Guerrero, no se haga la ciega y actúe con drasticidad ejemplar en el momento en que sean llevados a juicio los matones de un hombre de trabajo, decente y tranquilo como “Calan”. Paz a sus restos.

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